Comenzó entonces Pablo su gloriosa e incomparable carrera para anunciar la doctrina de Cristo N. S. a las naciones.
Tres fueron sus grandes giras apostólicas.
En la primera, Pablo, acompañado de Bernabé y de Juan Marcos, el futuro evangelista, recorrió Chipre y Asia Menor en su parte meridional.
Luego de quedarse en Antioquía de Siria un tiempo cuya duración no se conoce, se separaron Bernabé y Pablo.
Entonces Pablo, llevándose a un nuevo compañero llamado Silas, visitó las Iglesias ya fundadas y, continuando este segundo viaje, llegó hasta la Frigia y la Galicia; pasó luego a Europa. En Filipos fundó una comunidad; siguió a Salónica y bajó hasta Atenas, donde predico ante el Areópago. De Atenas se fue a Corinto donde permaneció año y medio y dejó una Iglesia floreciente. De allí regreso a Asia Menor.
No tardó en emprender el tercer viaje cuyo centro fue Efeso, donde permaneció por más de dos años y fundó otra comunidad importante. En este tercer viaje iba en compañía de Lucas, el médico y futuro evangelista, que lo seguía desde la ciudad de Troas, en su segunda gira.
Por doquiera San Pablo encontró grandes resistencias y grandes padecimientos que él mismo cuenta en sus epístolas. Muchas veces se vio encarcelado, azotado, apedreado; naufragó y pasó un día y una noche en los abismos del mar. Muy a menudo se vio rodeado de falsos hermanos y blanco de negras envidias. El apóstol consideraba todos esos padecimientos como señas y pruebas de la bondad de su ministerio evangélico.