Desde el Edicto de Milán hasta el tiempo de los Bárbaros.
Por más de dos Siglos, el Imperio romano luchó contra la Iglesia: a la postre tuvo que confesar su derrota. Diocleciano, el autor responsable de la última persecución, tuvo que abdicar en el 305. Quedaron frente a frente los dos emperadores, Constantino en el Occidente y Galerio en el Oriente, con sus respectivos Césares Majensio y Licinio.
Galerio continuó la persecución en Oriente, mientras Constantino daba la paz a la Iglesia en sus dominios. Acometido el primero por terrible y asquerosa enfermedad, publicó un edicto de tolerancia en favor de los cristianos: "Para agradecer nuestra indulgencia, decía aquel edicto del 30 de abril del 311, los cristianos dirigirán sus plegarias a su Dios por nuestra salud, por el Estado y por si mismos, para que todos gocemos de prosperidad perfecta y puedan ellos vivir con seguridad en sus casas". Vano y estéril arrepentimiento de quien había hecho de Diocleciano un perseguidor. A pesar de esto fue la aurora de una paz general.